Ecce Homo

Autor: Desconocido escultor del sur

Datación: Segunda mitad sec. XVII – primer cuarto sec. XVIII

Material: Papel maché moldeado y pintado

Dimensiones: cm 23x20x19

Lugar: Milazzo, iglesia de San Giuseppe

La cabeza de Cristo, de dimensiones ligeramente inferiores a las naturales, está encerrada en una teca de madera y vidrio. En el estado actual de los estudios, en ausencia de referencias documentales, no sabemos por qué vías la escultura llegó a la iglesia milazzese de San José y por qué vicissitudes su aspecto original ha sido modificado: Parece evidente que la figura se ha reseccionado en la base del cuello. Muy probablemente se trata de uno de los numerosos ejemplares de Ecce Homo a medio busto, a menudo contenidos dentro de vitrinas, aunque no se puede excluir del todo que fuera un Cristo a la columna con figura entera. El tema del Cristo desgarrado domina sobre todos los demás en el período crucial entre finales del siglo XVII y principios del XVII. Tras el poderoso impulso dado por la Contrarreforma se multiplica la producción de esculturas que representan al Ecce Homo, el Cristo atado a la columna o depuesto. En el siglo XVII la representación de la Pasión se enriquece con la búsqueda de dramaturgia y teatralidad típicas del nuevo gusto y, también por la influencia de la cultura española, se intensifica la costumbre de las representaciones sagradas de la Semana Santa.

La iconografía del Ecce Homo de cuerpo entero, utilizado para las procesiones pascuales, o del de medio busto que se expone estable o periódicamente en los altares, enormemente difundida en todas las provincias del Virreinato español, se prolonga sin variaciones importantes hasta el siglo XVIII, respetando soluciones compositivas convencionales estrictamente dependientes de las exigencias devocionales. La obra milazense repite puntualmente los caracteres formales típicos de esta consistente producción, aún en gran parte por profundizar, que presenta estrechos vínculos con la ibérica del mismo período. Desde España debían llegar ciertamente numerosos objetos de este tipo realizados en madera, papel maché o terracota, que se convertían en referencia inevitable para los artistas locales.

En homenaje a estos modelos, el Cristo es representado con la boca semiabierta y los dientes expuestos, los párpados bajados por la mitad y la sangre abundante que fluye de la frente hasta el cuello. El rostro, inclinado hacia la derecha con los mechones de pelo que caen sobre el hombro y se levantan detrás de la oreja en el lado izquierdo, expresa resignación y apacible sufrimiento. Por desgracia alterado por malas repintadas, el color original es apenas legible en la piel, que nos parece oscurecida por una pesada pintura, y en los acabados de la policromía con ligeras manchas rojas alrededor de los ojos que, junto con el color verdoso en los pómulos, tenían por objeto restituir al fiel el rostro sin vida y que sufría por los golpes sufridos.

La representación de los detalles estrechamente relacionados con la intención de participación emocional de la obra se confía principalmente a la decoración pictórica, mientras que el modelado se caracteriza por la síntesis en la definición de las formas y por la suavidad en los mechones de pelo que envuelven la cara o en la barba anillada a dos puntas, Debido también a la técnica específica del trabajo en papel maché que anula las incisividad y las eventuales durezas de la talla sobre madera. Las cejas, groseramente repintadas así como los chistes, siguen ese característico patrón de coma en la unión de la nariz, frecuentemente visible en los prototipos españoles, que sugiere el fruncimiento de la frente por el sufrimiento. Es evidente la adhesión a los modos de la escultura ibérica, en particular de la andaluza; aunque con las debidas diferencias de calidad de ejecución, se pueden leer numerosas tangencias con las obras de Pedro Roldán y su círculo, que representan el último gran logro de la escultura barroca sevillana, que desde finales del siglo XVI ostentaba nombres de excelentes artesanos como Juan De Mesa, Gregorio Fernández y Juan Martínez Montagnés.

La circulación de estos prototipos españoles, que a veces transitaban por Nápoles o llegaban directamente a Sicilia a través de las rutas del Mediterráneo, permite suponer que el artesano pudo hacer referencia directa al ámbito cultural andaluz; De hecho, parece más probable que se trate de un artista del sur de la «cultura ibérica» en lugar de un escultor español. Los caracteres formales de esta tipología de obras, con función eminentemente devocional, se repiten invariables desde principios del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII. Por este motivo, es difícil atribuir una fecha precisa a la escultura que se debe remontar a un período bastante amplio comprendido entre la segunda mitad del siglo XVII y el primer cuarto del siglo XVIII.

Buda V., Lanuzza S. (a cura di), Tesori di Milazzo. Arte sacra tra Seicento e Settecento., Milazzo 2015