Santiago el Mayor

Autor: Escultor español desconocido (activo a fines del s. XVI – primera mitad del s. XVII)

Datación: Primer trentenario sec. XVII

Material: Madera tallada y pintada, tela de yute escayolada y pintada

Dimensiones: cm 203x70x47

Lugar: Milazzo, iglesia de San Giacomo

El simulacro está situado en el segundo altar a la izquierda de la iglesia de San Santiago. En línea con una iconografía bastante difundida, el apóstol recuerda la semejanza de Cristo por la barba corta y el pelo dividido en la parte superior y caído en dos bandas a los lados de la cabeza. Representado de pie, con la mirada fija hacia adelante, lleva en la túnica un corto manto con una capa marcada por válvulas de vieira, distintivo peculiar del «camino» compostelano. San Santiago sostiene con la mano izquierda el Evangelio y con la derecha un poderoso bordón de peregrino dotado de punta metálica para resistir las asperezas del largo recorrido. Singular es la forma de la aureola lignea que inscribe una cruz anclada cuyos brazos se alternan con rayos flamígeros. No se sabe cuál era el color original, ya que la restauración conservadora de 1991 ha mantenido correctamente las históricas repintadas del siglo XVIII del manto y la túnica, atravesadas por volutas de cresta y motivos fitoformis de sabor rococó, en azul y oro, en todo similar a la elegante ornamentación pintada sobre el parapeto del coro en la misma iglesia.

Apreciado por Perdichizzi a finales del siglo XVII, la estatua es casi ignorada por los estudios especializados – quizás por la escasa accesibilidad de su contenedor – y se menciona apenas en las fuentes locales que generalmente datan del siglo XVI. Algunas consideraciones de orden técnico y estilístico llevan a una revaluación de la obra, también en relación con los acontecimientos constructivos del edificio al que pertenece, punto de referencia para las numerosas presencias españolas en Milazzo. Erigida según la historiografía local en 1432, cerca del baluarte homónimo puesto para defender el puerto, la iglesia de San Giacomo debe haber sido reconstruida más tarde si, como refiere el Nápoles sin volver a la época de las obras, «muy antigua y guasta fue aplanada y en el sitio istesso se edificó otra más grande». Ciertamente, se convirtió en parroquia sacramental en 1606, frecuentada por la «mayoría del pueblo» en una fase en que la nueva iglesia madre estaba en construcción, fue objeto de renovaciones consistentes financiadas por el Real Patrimonio en los primeros treinta años del siglo XVII.

Como resultado de estas obras, se pudo haber obtenido en la pared de la nave el nicho destinado a albergar la estatua del santo, visible hoy en día en la fachada oriental del edificio. Aunque el planteamiento estrictamente frontal de la figura retribuye a primera vista una imagen estática y arcaizante, a bien mirarlo se percibe en el desconocido artífice del simulacro la intención de fijar la aparición del santo en su solemne paso, En este sentido, orientan el descamamiento de la pierna derecha ligeramente adelantada y algunos detalles realistas como el borde ondulado de la peregrina sobre los amplios hombros, el drapeado movido del manto abierto en el brazo izquierdo y el estrechamiento de los pliegues en el centro de la túnica, dispuestos como para enfatizar la naturaleza de la adherencia del tejido a las piernas durante el camino. La obra, que se caracteriza por una serenidad clásica tardorinascimentale, es sin embargo expresión de un sentir más moderno no exclusivamente autóctono.

En el realismo contenido y severo se aprecian los humores controriformados de matriz ibérica que encuentran apoyo en las peculiaridades formales y estructurales del artefacto. El procedimiento de ejecución acerca la estatua a las españolas imagenes de vestir, esculturas polimateriales concebidas entre finales del siglo V y principios del siglo XVII con la doble función de obtener una mayor adherencia a lo verdadero – finalizada a una implicación emocional total de los fieles – y de suplir las necesidades del rito procesional aligerando el simulacro. En el San Giacomo milazzese cabeza, manos, pies, tallados y pintados, están montados con pernos sobre una estructura interna de madera bosquejada; esta especie de maniquí está cubierto por vestidos forjados con un robusto lienzo endurecido con pegamento y yeso y finalmente pintado. Esta técnica presenta afinidad con la de algunos artefactos sicilianos del siglo XVII, como el San Rocco de Ragusa, el San Leonardo en cátedra y varias otras esculturas de Militello en Val di Catania y con la escultura polimaterica trapanese, de los cuales el nuestro se diferencia por la ausencia de rellenos internos en corcho y paja.

Una correspondencia estructural y estilística más significativa se encuentra en cambio con la escultura de Sevilla del primer cuarto del siglo XVII, y en particular, aunque con las debidas reservas dada la evidente diferencia cualitativa entre la escultura milazzese y los modelos propuestos, se aprecia cierta familiaridad con el naturalismo mesurado y elegante del capataz sevillano, Juan Martínez Montanés, que en 1624 realiza con la misma técnica que el nuestro, para la iglesia jesuita de la Anunciación, un San Ignacio y un San Francisco Borgia cuyo acabado pictórico es realizado por Francisco Pacheco. En cuanto a esa característica fissità ieratica que se coge en la expresión del San Giacomo de Milazzo, podría encontrar una explicación si se le remite a la voluntad de proponer las características del siglo XIII icono compostelano, Meta final del peregrinaje hiacopeo a menudo sustituida por sustitutos más fácilmente accesibles; esto motivaría el modelado esquemático de la cabeza con perfil compacto y rígido en contraste con el resto de la figura.

A la luz de estas consideraciones, se podría suponer que la estatua fue realizada en Sicilia por un artista de cultura española o que llegó a Milazzo, estratégico e inoxidable presidido por la corona en el lado oriental de la isla, Por encargo de una de las numerosas familias ibéricas documentadas in situ. A éstas, como a las soldadoras de la civitas, debía ser querido el culto al santo patrón de su país de origen. Entre el siglo IV y el siglo XVI, por ejemplo, se encuentran los Caballeros de San Santiago, dos miembros del linaje de D’Amico, ambos llamados Giovanni, y el capitán de la infantería española Diego de Vargas, un miembro adquirido de la misma familia. Por último, merece especial atención el epitafio de la losa que cubre el acceso a la cripta, grabado en 1662 por voluntad de Rodrigo Álvarez de Aguiar para recordar el entierro de «Antonio de Santa Crus y Serra y sus herederos y todp los Espanoles que mueren en este presidio» en el año 1618.

Buda V., Lanuzza S. (a cura di), Tesori di Milazzo. Arte sacra tra Seicento e Settecento., Milazzo 2015